Bienvenidos

¿Qué es un Implante Coclear? os preguntáis a menudo todos los normo-oyentes. Sólo pocas personas sabéis lo que es realmente y cómo funciona, en su mayoría sois personas que compartís la misma lucha que yo, otras pocas sabéis de lo que hablo vagamente y otras muchas no han oído hablar del tema.. Pero sois muchos los que no sabéis lo que se siente. Bienvenidos a mi mundo y al de mi implante, donde ambos damos nuestra visión y os intentamos acercar lo máximo posible a lo que percibimos los implantados. Disfruten de la lectura.

miércoles, 17 de octubre de 2012

La operación

Hoy le ha dado por recordar y contarme cómo ha sido todo el proceso previo a ser introducido en su cerebro. Hemos recordado juntos esos manojos de nervios que pasamos. Ella por su lado, yo por el mío. Pero la finalidad era la misma... Ambos queríamos conocernos aun sin saber que existíamos. Queríamos trabajar juntos y emprender una lucha. La mía contra las discapacidades, la de ella más bien personal. Me sorprende el aprecio que me va teniendo, cada vez más, y que recuerde la operación como uno de los momentos más importantes de su vida, esa decisión tan valiosa para ella de la que no se arrepiente. Ni lo hará nunca, según me cuenta. Piensa positivo y llega a la conclusión de que aunque sabe que nunca recuperará esa audición, así es feliz. Se ha aceptado a sí misma, y ha aprendido a vivir con lo que le pasa. Ha decidido cambiar, apostando por su bienestar haciendo más pequeño su problema y, ese es el inicio de empezar a aceptar lo que le pasa, para que lo acepten los demás como algo natural. (Memorias de una Implantada Coclear)

Hoy, quiero dedicar esta entrada para hablar de cómo fue mi pre-operatorio, operación y post-operatorio. La idea era comentar qué tal me había ido la tercera sesión de logopedia, pero no he podido asistir porque he estado enferma, así que habrá que esperar al próximo martes. 

Me gusta recordar este momento. A nadie le hace ilusión ser ingresado ni estar en el hospital. Lo cierto que a mí lo único que me disgustó, es el haber estado lejos de las personas que realmente me apoyaron para tomar esta decisión. Me hubiese gustado tener las visitas que me faltaban en esos momentos, pero sé desde mi corazón, que todos los que me apoyaban estaban ahí, y lo demostraban. 

Como había dicho, me llamaron el 10 de julio para darme la noticia de que iba a ser intervenida quirúrgicamente el martes 17 de julio, pero tendría que ingresar el domingo 15. Mi madre como siempre tan atenta, preparó todo el papeleo y buscó lo que nos hacía falta. Mi padre, estaba más nervioso que yo. Le cambió la cara cuando le dijimos que habían llamado, sólo le faltó llorar. No se alegró mucho... pero él es así, lo lleva todo a un extremo inexplicable, y le da vueltas a todo buscando lo negativo. 

LA HOSPITALIZACIÓN Y LA OPERACIÓN

El día 15 de julio, viajamos a Las Palmas los tres, tras perdernos mil veces buscando el hotel donde se iban a alojar ellos, logramos dar con él y fuimos a comer, que era lo mismo que cenar. Luego, fuimos al hospital, por lo que ingreso ese día en el Hospital Insular Materno - Infantil a eso de las 8 y media de la tarde, me dejaron llegar a última hora porque venía de otra isla. Allí llegué ya recién cenada, como dije. Y era lo mejor, dada la famita que tienen los hospitales en el tema de la comida. Fuimos a admisiones e ingresos y me dan la pulserita que, una vez tengo puesta, veo que no soy yo. Es decir, dice mi nombre y apellidos, pero la fecha de nacimiento y el número de historia no coinciden con mis datos. Se lo digo al chico que está allí, que encima me ponen 6 años más de los que tengo, vaya por dios!. Me pide la tarjeta sanitaria y empezó a llamar de un sitio a otro y finalmente me dicen que ese asunto me lo solucionarán en planta. Confío en eso, y la celadora nos acompaña a la cual va a ser mi habitación. Una vez allí veo que es una planta deprimente, gente mayor por todos lados (sería por el temita de que supuestamente tenía 30 años), y para más pesimismo, me dan una habitación con vistas a edificios viejos. Ya que venía de otra isla, podrían haberme dado una con vistas al mar que encima estábamos en pleno verano y me podrían haber hecho la estancia más amena. Ya allí, viene una enfermera, a la cual NO ENTIENDO, NO VOCALIZA y no SE ESFUERZA lo más mínimo en que lo haga. Se comunica con mi madre y listo. Ya ahí me da el bajón total y me pongo a llorar. Estoy nerviosa, odio que me traten así, y se me ajunta todo. Viene una auxiliar de enfermería y me consuela. Me preguntan si ya cené. Me bebí una tila, bajo la obligación de mi madre y hasta que no me la bebí no se fueron ellos a dormir. 

Pasado el primer día, ya estábamos a lunes 16 de julio. Me desperté a las 6:30 porque a la señora de al lado tenían que hacerle una analítica y claro, con la luz... aunque tampoco dormí bien, porque la cama demasiado incómoda. Desayuné muy poco, no tenía hambre y lo que ponen es un asco. Desde temprano, llegan mis padres. Luego pasó a verme una de las doctoras del departamento para que firme el consentimiento, me explica más o menos y me dice que luego pasaría el anestesista y probablemente me pidan una analítica nueva. Me voy a pasear para la sala de espera a ver el mar, y me va a buscar una auxiliar para decirme que ya va a pasar la anestesista. Vuelvo a la habitación para recibirla, es una mujer joven rubia y muy amable, me hace unas cuantas preguntas y deja un cuestionario que tengo que rellenar y dárselo a la enfermera. Lo rellené y me volví a la sala de espera de nuevo, a ver el mar ya que era lo único que me relajaba esos momentos. Volví a la habitación para hacerme la analítica antes de comer. Y me dispongo a "comer", porque no comí nada. Luego, me eché a dormir un rato la siesta, aprovechando que mis padres iban a almorzar ellos. Una media hora más tarde, entran dos auxiliares y me despiertan de una manera brusca, que si el térmometro y preguntitas. Yo, dormida tiesa, sin el audífono ni las gafas, no las entendía, obviamente. En una de las preguntas le dije que no la estaba entendiendo y tan poca fue su paciencia, que por no esperar que me pusiera el audífono y las gafas me soltó un "¿Sabes leer?". Y yo con mi cara de asombrada le respondo irónica: “No, ¿entonces?” dice.., No sé… y me escribe la pregunta en papel. Le respondo de mala leche. Y me da por llorar cuando se van. Me indigna la gente con tan poca paciencia. Que saben que estás allí por algo así y no se esfuerzan porque les entiendas. Que realmente en la sanidad, que son los que estudian eso y se enfrentan día a día con problemas de cada tipo y no sepan tener tacto… Deja mucho que desear.  Nada, luego llegan mis padres con una tarrina de helado del mercadona y se me pasa la pena un poco. Luego viene una auxiliar a marcarme el oído me lo rapa un pelín por debajo y yo lloro (adoro mi pelo y eso me estaba doliendo jajajaja) luego me dice que tuvo que comprobar 2 veces en el ordenador mi edad, que era imposible que yo tuviera 30 años, que no se lo explicaba. Mi madre le aclara que tenía 23 años en ese entonce y ella ahí ya empieza a entender aunque al ser bajita piensa que incluso tengo menos y que no se explica por qué una niña está en esa planta. (Por lo visto no me arreglaron el asuntillo de que se equivocaron de Raquel). Tampoco ceno, la comida un asco (me repito, pero es que fue lo peor de estar allí). Y me acuesto a dormir en ayunas, ya que el día después iba a ser muy importante. Pasa la enfermera del turno de noche y se presenta, es muy simpática y amable. Me dice que beba mucha agua y aproveche ya que después de las 12 nada de nada, y que si tengo alguna duda o algo, no dude en tocar el timbre.

Tras pasar mis dos primeros días hospitalizada, llegaba el día de la verdad. El día martes 17 de julio. El que llevaba esperando medio año con tantas ganas como nervios. Mi día empieza a las 6:30 de la mañana, llegan dos auxiliares a despertarme. Casi no me despierto del sueño que tenía. Dormí muy relajadamente (quién lo iba a decir). Cuando me despierto empieza a explicarme lo que tenía que hacer mientras ellas cambiaban la cama para bajar a quirófano. Le dije que esperase que no estaba enterándome de nada. Me sonríe y con paciencia me lo vuelve a explicar una vez que me puse el audífono y las gafas. Me ducho me pongo la batita azul, me cepillo los dientes, me enjuago con el líquido ese que me dan y me acuesto. Al ratito llegan mis padres. Y a las 8 menos diez, viene a buscarme el celador de quirófano. Ya me voy p’abajo. Mi cara era de incertidumbre. Tenía frío allí y no sonreía. Pero todo el mundo venía me tocaba y saludaba y sonreía. Me pedían que sonriese pero yo estaba en shock mirándolo todo y asustada, porque no había visto a mi médico. Vino la anestesista (era otra) y me pregunta que de que de dónde soy, de qué parte y etc., confirma que soy yo, me pregunta si tengo asma como dice allí y le respondo que sí. Se dispone a ponerme la vía y me pregunta si soy diestra o zurda por el tema de comer. Me pone la vía en la mano izquierda y me rompe una vena (Qué dolor!) se me hace un bultito y ella mientras poniéndomela en la derecha. Le digo que me duele la izquierda y tiene que venir una enfermera a quitármela. (Madre de dios, los estragos que se pasan para operarme el oído, pensaba yo). Una vez con la vía bien puesta, por fin. (En la mano derecha muy a mi pesar y a la “brutería” de la señora anestesista). Me pasan a quirófano, que me pase de camilla, me conectan a la máquina siento como me pincha algo por la vía y ella me dice algo pero casi ni la entendí, noto que me aprietan la cabeza con algo, y alguien con una mascarilla… Yo tosiendo pero no me la quitaban, y ZzZzZzZZZZZZZZZZzzzzzzzzzZzzZ… Me despierto en la sala de recuperación. Noto algo muy caliente en mis pies, me despierto con muchísimo calor, pero se me va pasando. Me noto como si tuviera toda la cabeza vendada y una cosa en la nariz que me molesta. Aparte, un dolor en el oído como cuando tenía una otitis del tamaño de un elefante. Se acerca una enfermera y me pregunta si me duele, le respondo eso. Me dice que es normal y se aleja. Me estaba haciendo mucha pipí… Y no me dio tiempo a decírselo. Al ratito viene, a quitarme la estufa, lo de la nariz para respirar y me preparan para subir a planta. Ya total, hago pis arriba - me dije -. Salí y el celador me preguntaba mientras decía mi nombre y apellidos si era yo, lo entendí sin gafas. Qué milagro. Y nada más salir preguntó por mis padres ambos vienen a darme un beso tranquilizador, veo a mi novio a lo lejos difuminado y me tranquilizo de que estén allí. Cierro los ojos, estoy muy cansada y me noto ese dolorcillo molesto. Llego a planta y le digo a la enfermera que quiero hacer pis, saca a todo dios de la habitación y me traen el orinal, le digo que no me sale, jajaja y me dice que me tome mi tiempo, que es normal. Y así estuve todo el día, mi madre con el orinal de la cama al baño. A eso de las 4 y media de la tarde me dan un juguito y me dicen que lo beba a sorbitos. Pasa a verme el Dr. Juan Carlos, y me dice que me ve buena cara. Que cuando me sienta mejor, empiece a incorporarme poco a poco, que me siente un ratito y pruebe a caminar poco a poco y así ir adaptándome. Ya en la cena, casi no cené. Ya no porque la comida fuese un asco, sino porque tenía un dolor de cabeza inmenso y me molestaba mucho el morder. Me ponen los calmantes y los antibióticos y aparte tengo enchufada al suero una bomba analgésica con nolotil durante las primeras 48 horas. Cuando dispongo a intentar dormir, me entran muchas ganas de vomitar. Me pinchan primperán y me pone algo para el dolor de cabeza también. Tras horas intentándolo, consigo dormir algo. La que no puede dormir mucho es mi madre... pobre!

El primer día post-operación, miércoles 18 de julio, me levanto muy soñolienta y sin ganas de nada. No tengo ganas de desayunar. Empiezo a incorporarme poco a poco y estoy un ratito sentada, pero noto que todo me da muchísimas vueltas, por lo que vuelvo a la cama. Tengo la vista totalmente ida y cansada por los calmantes. Por la mañana pasa una Doctora nueva, me pregunta cómo estoy y qué tal van los mareos. Me recuerda lo de incorporarme poco a poco siempre y me dice que ya mañana me darán el alta. Antes del almuerzo llamo a la enfermera, para pedirle un calmante más. Este día fue raro y cansado, pero por la tarde pude dar un paseíto por el pasillo. Por la noche pude dormir mejor, la presencia de mi madre me sigue tranquilizando y la enfermera del turno de noche estuvo muy pendiente de mí.

Mi último día en el hospital, el jueves 19 julio, me levanto e intento desayunar, me incorporo poco a poco y espero que venga el médico. Tengo un malísimo día, no me apetece moverme de la cama. Vienen dos con la enfermera que empieza a quitarme el vendaje y noto un dolor que no me gusta nada. Uno de los médicos me saca una foto con una especie de cámara y empieza a curarme mientras el otro, a explicarle a mi madre cómo se hacen las curas. Me duele desmesuradamente y me marea demasiado que me lo toque. Me pone una especie de malla con 4 gasas sueltas, y me bajan a rayos a hacerme la radiografía. Una vez hecha me dejan en el pasillo de espaldas a todo el mundo (muy inteligente por su parte, ya que no veía y no oía nada). Cuando volví a planta, la enfermera me quita la vía y espero que vengan mis padres para prepararme e irnos. Mi novio me dice que han tenido que ir a solucionarme lo de la otra Raquel, que por lo visto no me lo solucionaron y no constaban mis datos. Al ser de otra Isla, necesitaba esos papeles bien para poder solicitar los pasajes en el Hospital donde resido. Viene mi madre, me ducha y nos vamos. El resto del día lo paso en cama, por la tarde doy un paseíto pero los mareos me hacen sentarme a cada rato. La noche no la pasé muy bien porque entre el dolor y mareos, las gasas se me movían y estaba incómoda porque la malla se me iba hacia atrás.

El viernes 20 de julio, tras pasar mi primera noche fuera del hospital me levanto chorreada de sangre por el cuello. Llama mi madre al Hospital para decir que ese vendaje no me iba bien y que estaba soltando sangre. Le dicen en ORL que eso está mal vendado, y que vaya al hospital de inmediato. Llego allí y tengo que esperar bastante rato, me sentía fatal entre mareos y el vendaje que ni vendaje era. Cuando me llaman, la enfermera de ORL se enfada ante la ineptitud de que no me hayan ajustado el vendaje con esparadrapo o un apósito fijo, me lo cura y me duele bastante otra vez. 

La anécdota graciosa es que de camino al Hospital, llamaron del mismo, para preguntar por mí y decir que tenía que ingresar el domingo para operarme el martes. Mi madre le dice que ya me han operado y me habían dado el alta el día anterior, la telefonista no da crédito y le dice que espere, al rato pide disculpas. En fin, que por lo que veo primero tenían que haber llamado a la otra Raquel y luego a mí, pero ante la ineptitud me llamaron a mí las dos veces. Pobre chica, espero que la hayan llamado. Y agradezco la casualidad de que ambas aun llamándonos igual, la operación fuese para lo mismo. Si no, a saber de qué me hubieran operado.

Tuve que volver el 26 de julio a retirarme las grapas y a ver al Dr. Ramos Macías, quién me explicó mis dudas y me dijo que nada más terminar los antibióticos empezase a hacer vida normal poco a poco.


Aunque notaba media cabeza inflamada ya lo dicen muchos implantados, que cada sordo y persona es un mundo. No todos pasamos por donde mismo, unos pueden pasarlo mejor que otros; otros evolucionar de una manera más rápida o más lenta.. Cada caso es un mundo. Por eso hay que mirar la historia de los demás siempre como subjetiva y como una idea relativa a lo que puede ser.


Personalmente, decir lo que ya sabéis y no me canso de repetir. No me arrepiento para nada de haber tomado la decisión (para mí una de las más importantes de mi vida), aunque implicara pasar por un quirófano y sus posteriores dolencias. Sé que todo esto iba a ser para mejor y que aunque fuese incómodo somos lo que elegimos y yo, elegí cambiar para ser feliz. Volver a escuchar es uno de los sentidos más importantes y a mí me llena por completo.



Por eso, desde aquí, os animo a todos los futuribles que puedan llegar a mi blog, a que toméis la decisión de implantaros. Es un camino largo y difícil, pero no imposible. Todos somos discapacitados de algo, y sólo de nosotros depende que esa discapacidad sea relativa o total. No podemos olvidar que: 



Sí, cambiar está en nuestras manos. Lo he aprendido. Ser feliz depende totalmente de nosotros. La felicidad no es un estilo de vida, ni algo definido. La definimos nosotros. Todos somos felices con lo que nos gusta y nos hace sentir bien, pero para ello tenemos que hacerlo. Así que... ¡¡A trabajar!!


También, quiero agradecer a todos aquellos que me habéis hecho tomar esta decisión, cuando yo no la veía clara. Que me habéis apoyado, quitado el miedo y abierto los ojos ante la testarudez de una chica que se preocupaba más de la estética de que se viese que de tomar este camino que sólo tiene beneficios para mí. El haber estado ahí cuando estaba en el Hospital y cuando estaba en casa, incluso aquellos que lo estuvieron desde la distancia siempre por vivir lejos... Vosotros sabéis quiénes sois, y sé que me léeis! Os quiero! 


No hay comentarios:

Publicar un comentario