El día 17 de julio de 2012, he sido engengrado dentro del cerebro de mi nueva amiga. Fue un proceso un poco incómodo y con sangre de por medio, pero yo llegué con mucha alegría a la casa donde voy a vivir una larga temporada. Espero que de por vida. Ella está un poco dolorida y molesta. Le cuesta dormir mucho con el bultito que le provoco y se marea a cada rato. Pero todo eso lo compensará el día en que yo nazca y tenga vida. Ese día estoy convencido de que ella lo agradecerá eternamente. Verá que todo el mal trago valió la pena. No sabe el largo camino de alegrías que nos espera juntos. Ni se imagina hasta qué punto nuestra amistad va a ser tan bonita que, aprenderá a valorar las cosas poco estéticas, quitándoles importancia, pensando sólo en su bienestar. Estoy tan nervioso como ella, a la espera de mi conexión y de la conexión suya y de su cerebro. Tic tac, tic tac,... Ya queda menos. (Memorias de una Implantada Coclear)
Ahora bien, comento mi situación: muy a mi pesar, padezco de hipoacusia
bilateral neurosensorial severa – profunda hereditaria por parte de mi abuelo
paterno y mi padre desde el nacimiento, tratada a partir de los 3 años que es
cuando se pueden hacer las pruebas y diagnosticarla bien.
Toda mi vida he escuchado a través de audífonos. No ha sido
un camino fácil ni sencillo, pues en el colegio los niños son muy crueles. Iba
a un colegio privado, porque las monjas creían que era mi mejor opción ante el
problema que tenía de cara al resto de los demás niños, pero tal fue mi
sorpresa que cuando termine el graduado escolar y tuve que ir a la educación
pública, conocí otro tipo de gente. Esa gente veía los problemas como normales,
nunca se rieron de mí o no al menos con la crueldad y el descaro de muchos
compañeros que tuve durante 12 años seguidos en el colegio. Si lo sé, hubiera
convencido a mis padres antes para irme al colegio público. Aunque una vez lo
intentaron, pero las monjas no firmaron la concesión de mi matrícula al colegio
público, por lo mismo que comenté antes. A pesar de tanto sufrimiento que me
hicieron pasar, de muchas reuniones que tuvieron mis padres con los profesores
por culpa de la crueldad de mis compañeros. Por suerte, de ahí saqué a mi mejor
amiga, la que me ha defendido a capa y espada siempre.
La cosa empezó a empeorar cuando salí del colegio. Ya en el
Instituto empecé a notar que me costaba algo más seguir las clases y, aunque tenía
apoyos y ponía todo mi esfuerzo, yo lo asociaba al cambio de entorno después de 12 años. Pero no, la
cosa siguió empeorando. Cuando llegué a la Universidad en el año 2007 perdí la
audición del oído derecho de repente, sin previo aviso. Desgraciadamente del
que mejor oía y podía tener conversaciones telefónicas sin grandes problemas.
Lo primero y lógico, pensé que se me había roto el audífono, y como estaba en
Tenerife estudiando me venía mejor, porque en La Palma (donde vivo) hay pocos
centros auditivos y tardan mucho en paliar las complicaciones y no trabajan
todos los días. Entonces me cogí el
tranvía y tiré para allá lo más rápido que pude. Llego y le expliqué a la
audioprotesista mi problema. Ella verificó el audífono y con todo su tacto del
mundo me dijo: “No mi niña, el audífono funciona perfectamente. Tú te vas a
quedar sorda, así que vete a tu otorrino”. Mi cara en ese momento fue de un
balde de agua fría con una mezcla de rabia. ¿Pero quién se creía esa mujer para
decirme eso así de repente? Sin el menor tacto. Ella, que se hace llamar
audioprotesista. Salí de allí llorando, me puse las gafas de sol y llorando
hasta llegar al piso. Allí llamé a mi madre para contarle lo sucedido y ella
muy preocupada sacó el pasaje para volver e ir al otorrino. Lo llamó y me
atendió sin cita. Total, para nada, porque no me hizo ni caso. Sólo me consoló
diciéndome que no dejase de ponerme el audífono (pero si no oigo por él, no sé
para qué me lo iba a poner), porque tenía que estimular el oído, bla, bla, bla.
En conclusión que me fui igual que como mismo llegué allí.
¿Qué cómo llegué a
la opción del Implante Coclear entonces?
Casualmente me tenía que operar de amigdalitis y por golpe
del destino no me operó mi otorrino habitual, sino una nueva y gracias a ella y
a mi decisión de seguir mis revisiones en su consulta a ver si me hacía algo
más de caso, llegué a la prueba de los potenciales y al escáner, se vio algo.
Lo consultó con mi habitual otorrino (el jefe de Departamento)
y con el otro nuevo. Y ahí vino la etapa de “conejillo de indias”. Se supone
que tenía “componente transmisivo”. Nunca llegué a saber qué era eso porque
nunca me explicaron bien. Sólo se reunieron conmigo en una de las consultas para
decirme que se podía operar que no había que entrar al oído interno, sólo al
medio y que si el hueso se movía me pondrían una prótesis y volvería a oír,
pero que si el hueso no se movía, me quedaría así. Decían que no tenía nada que
perder. Mi cara era de asombro y dije rotundamente un NO. En esos momentos
tenía 20 años y me estaban diciendo que si un hueso se movía, sí oiría y si no,
así me quedaba. Me decían que era joven y yo respondía: “Por eso mismo, si soy joven para llevarme una ilusión también lo soy
para llevarme una decepción, y si no sale, ¿Cómo me quedo yo?”... Siguieron
experimentando con mi historial, y me mandaron a repetirme los potenciales,
para que dijeran lo mismo. Menos mal que dije que NO y que me repitieron los
potenciales y ahí decidieron mandar mi historial a Las Palmas de Gran Canaria,
a la Unidad específica de Hipoacusia, aunque tardaron lo suyo en mandarlo.
Tras unos meses de espera, en Noviembre del año pasado
recibí la llamada del Hospital Insular, para concertar cita para el 1 de
Diciembre con la Unidad de Hipoacusia. El otorrino que me atendió me hizo mil
preguntas y luego analizó todo mi historial que tenía que llevar fotocopiado.
Dijo que me iban a repetir las pruebas allí para confirmar los resultados, pero
que con los que estaba viendo, la mejor solución era un Implante Coclear. Mi
cara fue de susto. Nunca jamás pensé acabar llevando ese “trasto” como lo
llamaba yo. Me negaba a llevar eso, y que se me viese, a sentirme un robot controlado.
Me tranquilizó diciéndome que ya me lo explicaría bien el otorrino que lleva
esos casos. Que primero las pruebas y comprobar los resultados.
A mediados de diciembre me hicieron 3 pruebas: unos
potenciales raros (nunca me habían hecho esta prueba), la típica audiometría de
toda la vida con la que acabas loco de la cabeza. Y luego, otra prueba que
tampoco había hecho nunca con un micrófono y un aparatito que decía palabras
que había que escuchar y repetir. Primero la hicimos sin audífono, esto fue
como vivir en el aire, oía o más bien sentía el típico retumbo de los altavoces
pero ni oía y mucho menos entendía. Luego, me puse el audífono y aquí, oía
hablar pero no entendía. Esta prueba fue nula y una pérdida de tiempo. Volví a
la consulta con los resultados en un sobre. Aquí me recibió el Dr. Ramos Macías
y todo su equipo y la conclusión: Candidata ideal a un IC por el tema de haber
escuchado con anterioridad, de tener memoria auditiva y que mi evolución iba a
ser un éxito. Mi cabeza sólo ladeaba de izquierda a derecha. Intentaban
convencerme con argumentos a los que yo no cedía (así de ignorante soy cuando
quiero), pero aun así, firmé el papel del pre-operatorio, para dejarlo ya
pendiente por si cambiaba de opinión. Ya cuando me disponía a irme del
Hospital, el Dr. Juan Carlos, que es el que regula los IC empezó a decirme
muchas cosas que empezaron a hacerme ver las cosas de otra manera, incluso
empezó a enseñarme vídeos de otros implantados, a contarme sus casos y
evoluciones. Empecé a ver luz pero seguía sin verlo claro. Me metí en internet
en busca de información y llegué a un blog donde había muchos casos de gente
implantada donde vi mil casos de implantados cada uno muy diferente y veía a la
gente contenta con su implante y dije, ¿Y por qué no?; así que el 10 de Enero
llamé y cedí.
Tras meses de incertidumbre y nervios, el 10 de Julio llegó
la esperada llamada, ingresaría el domingo 15 y sería intervenida
quirúrgicamente el martes 17.
Tras pasar "lo peor" (lo peor, para la gente que lo ve de fuera), pues para mí lo peor estaba por llegar, los resultados. Éstos se verían el 10 de septiembre y yo impaciente esperaba por ellos.
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